06 marzo, 2007

El Misterio de las Coincidencias

Introducción: Los dos mundos y las lágrimas
" Creo que sucedió a mediados de la década del 90. Después de una meditación, al recobrar los sentidos físicos, noté que había lágrimas en mis ojos. Sentía claramente que acababa de sufrir una profunda movilización nacida desde el alma.
–¿Cómo estás? –me preguntó Celia, con quien había compartido aquel “aquí y ahora” en la meditación. Lo preguntó en un tono de voz suave, como sabiendo que algo muy fuerte había sucedido en mi interior.
“¡Qué difícil es unir los dos mundos!”, fue la respuesta automática que provino del plano intuitivo y no del racional. Había sentido, desde las regiones más veladas de mi ser, la gran imposibilidad y el fracaso que padecía, en el intento cotidiano, de unir “dos mundos” que vivenciaba en forma separada.
Tocado, en la profundidad, el objetivo buscado por mi alma, hizo que nuevamente brotaran lágrimas de mis ojos. La realidad interior había logrado “conectarse” con el mundo físico.
Cuentan mis padres que a los pocos días de nacer me dejaron una noche entera a puertas cerradas en el comedor, con el objetivo de que no llorase más durante esos prolongados períodos de descanso sin luz. A pesar de que durante toda mi vida fui tratado con muchísimo amor, aquella parecía ser una costumbre de la época. A partir de ese momento fueron muy pocas las ocasiones en que recuerdo haber llorado en mis cuarenta y siete años. "

Eduardo Zancolli

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